El chat de La Zona de Pollagay

domingo, 4 de mayo de 2014

La aventura solitaria de Omar en el río Santa Lucía


¡Saludos pajilleros y morbosetes! Mientras voy preparando una nueva tanda con la cual intentar que vuestras entrepiernas no dejen de chorrear mientras os calentáis con el material que voy publicando por el blog, os dejo hoy con una nueva foto de Omar, así como de otro de sus fantásticos relatos, inspirados en las morbosas experiencias de este chaval uruguayo y seguidor del blog del que ya habéis podido disfrutar durante el pasado mes. En esta ocasión, el texto está basado en un fantástico pajote que este habitual visitante de La Zona se pegó en el río Santa Lucía, allá en su país, tal y como él mismo lo ha querido titular. Os dejo con él, no sin antes darle las gracias nuevamente a Omar por compartir no sólo su vergajo con nosotros, sino esas experiencias y esas pequeñas creaciones literarias, recordándoos además que, si deseáis mantener contacto con él, no tenéis más que escribirle a su email personal: omarkiwi@yahoo.es ¡Disfrutadlo! ; )

AVENTURA SOLITARIA EN EL RÍO SANTA LUCÍA

En el Uruguay tenemos un Río llamado Santa Lucía. Por estar su desembocadura cerca de Montevideo, era costumbre ir los domingos a hacer picnic en sus cercanías, pero ahora con la ruta nueva ese paseo se ha perdido bastante o lo hemos abandonado para ir a otros parques más cercanos al centro de la ciudad.

Yo tendría unos 20 años cuando un amigo de esos que nunca falta me invitó a visitar el club de regatas que hay por esa zona. Me entusiasmó tanto que terminamos alquilando dos canoas y nos pusimos a remar para internarnos en el río que yo aun desconocía. Mi amigo que ya había ido otras veces desapareció de mi vista, claro él remaba mucho más rápido que yo porque lo había hecho otras veces, tan entusiasmado estaba con su travesía que ni se acordó que yo iba detrás de él siguiéndolo. Con poco entusiasmo y muy asustado porque ni sabía por qué lugares me estaba metiendo seguí remando hasta que vi una entrada llena de sauces. Me dirigí hacia allí para descansar porque me dolían los brazos de tanto mover esos remos a los que no estaba acostumbrado.

De mi amigo ni el olor se sentía por lo que me decidí a descansar allí para esperar que volviese e irnos juntos hasta el lugar donde debíamos entregar las embarcaciones. Me estiré en la canoa para quedarme horizontal e instintivamente metí la mano dentro del short para acomodar mi verga que estaba apretada dentro de mis ropas.

El lugar estaba tremendamente silencioso, solamente se oía el ruido del viento acompañado por el canto de algunos pájaros. Ante tanta paz mi mano comenzó a sobar mi pija muy despacito como con miedo de que alguien pasase por allí y me sorprendiese en esa acción tan humillante. Con esa tranquilidad y como no tenía otra cosa que hacer seguir apretándome la puya, jugando con mis bolas unos minutos más. Hasta que ésta estuvo totalmente dura y latente no me bajé el short.

Que sensación divina llegó a mis centros nerviosos cuando los cálidos rayos del sol se posaron sobre la cabeza de mi verga y pude sentir su tibieza inundado toda esa barra de carne que estaba muy caliente, no sólo por el calor que recibía del sol sino por el calor que le había dado mi mano dentro el short trabajándola hasta el punto de que esta quería reventar, y por eso tuve que extraerla de su prisión para poder contemplarla a gusto y para mover mi manos viendo esos sacudones que me excitaron muchísimo.

Miré para todos lados y como no vi a nadie en ese solitario recodo del río, muy suavemente fui bajando el prepucio hasta dejar el glande totalmente expuesto. Como se resecaba demasiado debido a mis nervios acompañados por los rayos de sol, tuve que escupir sobre ella para que se humedeciese mientras hacía los movimientos de esconderla en mi mano, a la vez que con la otra mano me apretaba el lugar donde terminan los huevos y empieza el ano.

Al cabo de un buen rato estaba tan excitado que comencé a bufar y a gemir a pata suelta. No me preocupé por si alguien podía oírme porque total no había nadie por las inmediaciones, por esa razón podía disfrutar pajeándome tan despacio como mi organismo y mi vehemencia juvenil me lo permitiesen.

No se imaginan queridos lectores, como comencé a gozar, estuve varias veces al borde del orgasmo pero en esos momentos en que de mi verga salía cada vez más precum, abandonaba mi pija y me dedicaba a desconcentrarme mirando el río, los pajonales y los sauces. Fue mucho para mi organismo, una excitación tremenda me invadía todo el cuerpo por eso mi cerebro dio la orden y mi mano nuevamente agarró mi verga poniéndose a “jugar" con ella hasta que la eyaculación fue imparable, siendo todo un acontecimiento que hizo salir mi leche a raudales, la cual no pudo ser retenida por más tiempo dentro de mis bolas.

Como estaba acostado a lo largo en el piso de la embarcación no veía si pasaba alguna barca con gente, pero si pasó alguien estoy seguro que no me vio pero mis gemidos los hubo oído ese hipotético ser humano que afortunadamente no pasó por allí. Vi perfectamente como salían los chorros de leche, con tanta fuerza que me pegaron en el pecho y uno muy escurridizo llegó hasta mis labios, que los recibieron con sumo agrado obligando a mi lengua a salir para recogerlos y relamerlos para degustar tan sabroso néctar. Realmente mis bolas tenían mucho jugo porque hacía unos días que no había podido descargarme con nadie por falta de tiempo debido a los estudios y a los exámenes de fin de año.

Con mis manos desparramé toda la leche por mi pecho pero al cabo de unos minutos el intenso calor que me prodigaba el sol hizo que ésta se secase quedándome la piel reseca y tirante en todos los sitios donde habían quedado rastros del blanquecino néctar. Entre el calor y el agotador trabajo manual de muchos minutos quedé muy agotado y totalmente transpirado por lo que decidí tirarme al agua para quitarme todos esos olores que me delatarían ante mi compañero, pero allí no me animé porque era un lugar desconocido y no sabía si la profundidad era mucha por eso desnudo como estaba remé hacia la orilla donde me di un chapuzón enjuagándome todos los restos del semen que tenía pegado en mi cuerpo.

Ya más calmado dentro de la canoa, me eche sobre ella para secarme al sol con la satisfacción que me invadía por tan deliciosa paja, gozando aun en mi pensamiento mi verga nuevamente se me puso dura y como no quiso acatar la orden de bajarse para poder vestirme para ir al encuentro de mi amigo tuve que acariciarla un poco. Caricia va, caricia viene, me excité nuevamente y terminé haciéndome otra “manuela”, la cual mi órgano viril agradeció largando otra buena cantidad de semen, pero esta vez mucho más aguado que el expulsado con la primera eyaculación que haría una media hora que había hecho vaciar mis huevos por primera vez en muchos días.

Para no remar nuevamente hasta la orilla junté toda la crema blanca con mi mano, luego la metí en el río para que no quedasen rastros de mi “delito” y poder vestirme porque estaba intranquilo porque nadie pasaba por allí y mi amigo tampoco. Fue muy excitante y placentero poder tener dos orgasmos manuales en esa soledad acompañado solamente por los rayos del sol y la suave brisa que fueron mis únicos testigos de ese placer desconocido para mí en medio de esa naturaleza impoluta.

Agotado y asustado porque temía haberme extraviado en alguno de los brazos del río remé hacia la mitad del éste sin saber para que lado tomar, todo me parecía igual por eso ni idea tenía de para que lado se encontraba el atracadero de donde habíamos zarpado. Remé sin rumbo fijo hasta que vi a mi amigo que me andaba buscando, me puse muy contento de haberlo visto y me dispuse a esperarlo para que me sacase de ese lugar que ya me estaba hastiando por la soledad que allí imperaba.

Mi amigo estaba muy preocupado por mi desaparición, por eso se encaminaba hacia el atracaderao para ver si había llegado hasta allí de lo contrario pensaba hacer salir a una patrulla de rescate por las dudas de que me hubiese sucedido algo. Por supuesto que no le dije nada de cuanto había gozado en ese recodo solitario, pero al llegar al club del cual él era socio, me dijo que se iba a duchar porque había transpirado mucho remando tantas horas y me invitó a hacerlo con él en las duchas colectivas.

Realmente no tenía deseos de hacerlo, ya me había refrescado en el río, pero ante su insistencia no pude negarme. Para regocijo de mis ojos en las duchas había dos remeros con unos cuerpos esculturales y con sus correspondientes vergas muy dignas de esos efebos, que se reían mientras enjabonaban sus pijas de una manera muy provocadora. A pesar de no querer más sexo por ese día comencé a imaginarme como sería tener esos ejemplares de vergas a merced de mis manos y de mi boca... pero mi juventud pudo más haciendo que mi verga se pusiese dura en muy poco tiempo.

Con el pensamiento colmado por las visiones y el sabor de como sería tener mi boca repleta de la leche que pudiese extraer de esos bellos ejemplares me di la vuelta poniéndome de espaldas para que ellos no notasen mi erección. Por suerte estaban concentrados en sus cosas, por eso ni me miraron y al poco tiempo cuando hubieron finalizado el aseo de sus vergas se enjuagaron para irse a secar en un rincón donde se rieron otro poco y luego se fueron sin decirnos ni una palabra.

Sin que mi amigo se diese cuenta aceleré mi mano hasta que logré una nueva descarga de mi semen el cual mojó los azulejo de la pared del gabinete en el cual me encontraba. Cuando me hube calmado, me sequé con una toalla que mi amigo me dio y nos fuimos para nuestras respectivas casas sin siquiera mencionar nada de las vergas a las cuales mi amigo no es afecto.

Realmente ese día quedé reventado porque me hice tres pajas en poco más de cuatro horas sin importarme que tuviese tan pocos años.

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