¡Saludos pajilleros y morbosetes! Hace un par de días os dejaba con Omar y su polla uruguaya. Pues bien: este seguidor del blog ha querido nuevamente compartir con todos los visitantes de La Zona una foto de su rica verga, a lo que ha añadido, en el correo que me ha enviado, un espectacular relato a través del cual narra la experiencia vivida junto a un guardia de seguridad hace apenas unos días. Creedme si os digo que no tiene desperdicio, y que a mí, personalmente, me ha puesto bien cachondo ; P A Omar le gustaría que fuese publicado, y estoy encantado de traer su relato al blog. Aquí lo tenéis. ¡Muchas gracias Omar por querer compartir tu historia con nosotros! A todos los demás...: ¡disfrutadla!
EL GUARDIA DE SEGURIDAD
Ayer fue sábado. Como no tenía nada interesante para hacer acompañé
a mi tío a un cine club del cual somos socios, fuimos a ver una
vieja película de Rock Hudson y a la salida pasamos por una pizzería
de la calle Ejido. Todo muy normal, sin ninguna apariencia de que esa noche que se
presentaba lluviosa iba a tener mi ración de verga o de algo más.
Sin que imaginase nada de lo que mi destino me tenía preparado iba
por una vereda de la calle Colonia cuando vi un coche de esos de esos
que parecen de plástico. Hice un comentario sobre el estado ruinosos de ese coche el cual en
cualquier momento se desarmaría. Sin darme cuenta detrás nuestro se detuvo un tipo con uniforme de
guardia de seguridad, vivía en la pensión frente a la cual nos
habíamos parado mirando el destartalado coche. Se metió en la conversación hablando con mi tío del coche ese que
me había llamado tanto la atención.
En cinco minutos me enteré de toda su vida, pero fue tal el
entrevero que hizo con su relato que no sé si nació en Ensenada o
en un pueblo de Santa Fe, dijo que su madre vive en ese pueblo, su
padre falleció y él se vino a probar suerte a Uruguay con el que
está muy conforme porque lo que gana le da para pagar el hospedaje,
vivir e ir a visitar a su madre.
Repentinamente se despidió dándonos la mano y después que lo
saludamos, metió la mano en un bolsillo de donde extrajo una
tarjeta, la cual me dio diciéndome que si necesitaba arreglos de
electricidad o de sanitaria que lo llamase porque en sus horas libres
hacía esos trabajitos extras. Le agradecí y seguimos nuestro camino, sin hacer ningún comentario
de tan inesperado encuentro.
Dejé a mi tío en su casa y en el camino de vuelta hacia mi
departamento fui pensando en lo interesante que estaba el guardia, no
me encantaba mucho pero era bastante grandote como para satisfacer mi
apetito de esa noche, pero el inconveniente era saber si él estaría
dispuesto a complacerme.
Lo llamé con la excusa de que me pareció que no tenía amistades en
Montevideo y lo invité a tomar un whisky o una cerveza, me contestó
que recién se había bañado e iba a cenar antes de irse a
dormir... Finalmente aceptó tomar una cerveza y le di mi dirección.
Aunque
yo me había bañado en la mañana, por las dudas si había “fiesta”
me di una ducha rápida lavándome muy sigilosamente mis partes
bajas, tanto delanteras como traseras porque no sabía cuál
utilizaría con Abel y si las utilizaría esa era la interrogante.
Cerca
de la medianoche sonó el timbre de mi departamento, contesté y
bajé a abrirle la puerta, me pidió disculpas por la demora, en
realidad fueron unos quince minutos de la hora en que me dijo que
terminaría de cenar. Serví
las cervezas y no necesité de esa bebida para que Abel se pusiese a
hablar, ignoro si siempre fue tan parlanchín o acá en Montevideo no
tenía con quien hacerlo y cuando se le presentaba una oportunidad él
no la desperdiciaba.
Antes
de la una A. M. ya no quedaba ni una gota de cerveza en la botella de
a litro por eso me levanté con la idea de ir a la heladera a buscar
otra, cosa que él me impidió deteniéndome con su mano.
-No
traigas más, hace calor pero esta cerveza helada me dio más.
¿Puedo desprenderme la camisa?
Muy
tímidamente me dijo eso, asentí con la mano como diciéndole
adelante y a los pocos instantes vi por la abertura unos deliciosos
vellos rubios muy largos asomándose soberbiamente por la tela
separada de su camisa. Me
excitó ver esos vellos tan largos y no pude contenerme me senté a
su lado y tironeé de ellos diciéndole:
-¡¡¡Que
escondida que tenías esta pelambre!!!
Entre
turbado y risueño Abel tomó mi mano antes que los soltara y
llevándola a su entrepierna me dijo:
-Acá
tengo más, ¿querés verlos?
La
situación me estaba sirviendo al guardia en bandeja por eso en vez
de contestar acerqué mi rostro al suyo y le di un tremendo beso en
los labios, el cual fue correspondido y apretando su bulto pude
sentir lo morcillona que se estaba poniendo su herramienta de
trabajo.
Entre
besuqueos me contó que él me había echado el ojo, porque me había
visto pasar por la pensión donde él vive, pero como nunca lo había
mirado no se atrevió a hablarme hasta ese día en que estaba parado
con mi tío hablando de ese coche.
Fui
acariciándole las nalgas por encima del pantalón. Cuando sentí que
su verga bastante dura se apretaba contra la mía deslicé mi mano
hacia esa protuberancia para palparla con toda intensidad. Él me soltó, comenzó a desprender los botones de la camisa
dejándome ver el delicioso matorral que cubría su pecho, luego se
quitó el cinturón dejándolo caer sobre la alfombra.
Su ombligo estaba oculto por esa inmensa vellosidad que cubría casi
todo su cuerpo, pero cuando su bóxer fue deslizado hacia abajo me
maravilló lo que asomaba por entre el matorral púbico. Allí vi un tronco de verga bastante grueso. Al correr mas su bóxer
saltó un glande muy apetitoso. Su herramienta no era de esas
comúnmente llamadas “tamaño baño”, pero su grosura hacía que
cualquier buen mamador desease tener una buena gozada con ella.
Y fue lo que hice, con bastante dificultad porque mi boca tuvo que
abrirse en demasía para recibirla, cosa que no me importó porque
estaba gozando muchísimo al sentir como me taladraba la úvula y
sentir sus gemidos cada vez que me la empujaba más adentro de mi
garganta mientras yo trataba de encontrar con mis dedos el agujero
anal entre la selva que lo ocultaba.
Sus gemidos aumentaron cuando mi dedo se alojo cómodamente tratando
de distender su súper-apretado esfínter, pero una vez que comencé
a excitarle la próstata por dentro casi eyaculó en mi boca porque
pude sentir las contracciones de su verga por eso dejé de aplicarle
ese tratamiento tan intensivo.
-Seguí, estoy por acabaaarrr...
-No quiero que acabes en mi boca, quiero sentirla dentro de mí...
Con un esfuerzo enorme su semen no salió hacia el exterior de su
verga y fue entonces cuando me acomodó al borde de la mesa del
comedor para empezar a lamerme el culo a toda velocidad. Ahora los gemidos eran míos, sentir su húmeda lengua acompañada
de sus dedos tratando de distender mi esfínter me hacía gozar
muchísimo no sólo por el placer que me estaba proporcionando sino
por el extraño dolor que me arremetía cada vez que sus dedos
penetraban en mi cavidad.
Fue fantástico sentir cómo tres dedos suyos entraban y salían a
toda velocidad de mi ano y sentir al mismo tiempo como su mano
recorría mi verga, pajeándome rápidamente cada vez con más
fuerza. No tuve que pedirle nada, me abandonó para colocarse un condón y
allí tirado sobre la mesa del comedor con las piernas en alto calzó
su ariete en mi dilatado agujero arremetiendo hacia su interior con
una moderada intensidad. La cual no duró por mucho tiempo ya que una vez que su glande
forrado hubo pasado mi esfínter, Abel empujó con todas sus fuerzas
insertándome toda su herramienta en el interior de mi recto.
Si algo había gozado con el tratamiento previo, allí empezó
realmente lo bueno, ya que comenzó un mete y saca a toda velocidad,
pero lo más desconcertante fue que él se agachó para chuparme la
pija y lo hizo magistralmente. Que más podía pedir. Nunca me hubiese imaginado que Abel me iba a
dar placer por los dos lados, ya que cuando su verga no estaba dentro
de mí él se tragaba la mía con su boca para luego abandonarla en
el momento que volvía a clavarme toda su herramienta.
Entre jadeos, ayes y otros sonidos propios de la excitación me
derramé ayudado por su mano. Todo mi vientre quedó mojado por la
inusual descarga que me produjo todo ese vaivén delicioso. Abel al ver como me retorcía de placer, me clavó más fuerte y pude
sentir cómo su verga se agrandaba al máximo para luego expulsar su
semen dentro de mí.
Noté que su descarga también fue muy abundante porque su verga no
dejaba de pulsar dentro de mi recto, podía sentirla muy bien, hecho
que casi me hace expulsar otra lechada. Lamentablemente con la
primera mis reservas habían quedado agotadas.
Un rato quedó dentro de mí, hasta que su verga no se bajó no salió
de mi interior dejándome esa sensación de vacío pero al mismo
tiempo muy necesaria para tranquilizar mi excitación. Una vez que los ánimos se calmaron Abel me pidió otra cerveza
porque había quedado sediento por el esfuerzo realizado y las
bebimos desnudos sobre un sillón del living. No conversamos mucho, simplemente me dijo que la había pasado muy
bien y que nunca se había imaginado que yo le iba a proporcionar
tanto placer.
Finalizadas las cervezas fuimos al baño, mientras él se lavaba la
pija en la pileta yo me lavaba mi agujero en el bidet el cual me lo
refrescó un poco ya que me había quedado bastante inflamado.
Era bastante tarde cuando se fue para la pensión donde vivía, pero
antes me dijo que cuando repusiese combustible volvería para tener
otra sesión conmigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario